Es cierto que no situamos
a Francis Bacon (1561-1626) en relación a ninguno de los grandes descubrimientos que
modificaron en profundidad el conocimiento de nuestro mundo al principio de la
época moderna. Sin embargo, hizo una decisiva contribución al nacimiento y
legitimación de la ciencia moderna. No sólo al defender la necesidad de la
reforma de la filosofía natural y el desarrollo de una nueva vía de
investigación de la naturaleza, sino también al dibujar ciertos temas que se
sitúan en el centro de los debates de la modernidad como son: la función de la
ciencia en la vida humana, las metas y valores que deben caracterizar el
conocimiento científico, la ética de la investigación científica y las formas
en que este tipo de conocimiento debe trasmitirse y presentarse a sí mismo en
comparación con otras formas de la vida cultural. En otras palabras, construyó
la imagen de la ciencia moderna. Dotó a la ciencia de un ethos y una
función social. Definió el objetivo de la investigación de la naturaleza: el
progreso y la mejora de las condiciones de vida humana, la superación de
miserias, enfermedades y necesidades. Además, mostró que una empresa de tal
envergadura debía ser una tarea colectiva. La investigación de la naturaleza
debía estar basada en la comunicación de las personas implicadas y
comprometidas en una misma empresa de progreso generación tras generación.
Anunció la emergencia de la ciencia como institución social apoyada por la
sociedad y definió el nuevo sujeto de la ciencia, un sujeto de un cariz
cultural muy diferente al filósofo académico, el sabio antiguo, o el mago
renacentista. Ese sujeto de la ciencia es también un sujeto masculino.
La retórica baconiana ha sido objeto
de análisis diversos desde distintas perspectivas e intereses cognitivos. Desde
el ámbito de la literatura, la historia de las ideas, los estudios de retórica
de la ciencia y la contemporánea crítica feminista de la ciencia. Desde
la perspectiva de género, autoras como Sandra Harding, Carolyn Merchant, Evelyn
Fox Keller o Londa Schiebinger, han analizado cuidadosamente el papel y
significado de las metáforas de Bacon y han incidido particularmente sobre el
texto titulado: Temporis Partus Masculus (que Farrington tradujo como El nacimiento masculino del tiempo). A
juicio de estas autoras, Bacon dibuja en este texto una completa imagen del
nuevo científico masculino que utiliza métodos e instrumentos para desvelar los
secretos de una naturaleza que queda completamente feminizada e inerme ante los
poderosos métodos de la ciencia moderna que permiten analizarla, trocearla, ‘violentarla’
para que revele su verdad.
Este análisis del lenguaje y los
valores asociados a la nueva figura del científico diseñada en el programa de
Bacon se completa con un análisis de algunos elementos históricos y
contextuales que introducen nuevos elementos en la interpretación del programa
de Bacon y los modelos de los que se sirve. En concreto, C. Merchant avanza la
tesis de la analogía entre la metodología científica propuesta por Bacon, con
los métodos aplicados por la inquisición en el proceso de la caza de brujas.
‘Arrancar’ las verdades de la naturaleza (femenina) usando los instrumentos
‘mecánicos’ de tortura es la tarea del inquisidor.
Malleus Maleficarum, texto usado en los procesos contra las brujas. |
La tortura era el método usado por los inquisidores para arrancar la verdad a las brujas |
Pero más que ninguna otra idea, a
juicio de las autoras, la descripción de Bacon de las actividades realizadas en
los laboratorios de la Casa de Salomón dibuja la imagen de las actividades
realizadas por los hombres de ciencia en el marco de las nuevas sociedades
científicas. El objetivo era recrear la
naturaleza en el laboratorio de forma artificial con la ayuda de recursos
instrumentales o tecnológicos, pero lo más importante es que este recurso
permitía la manipulación, la intervención en ella. La idea de la manipulación
de la naturaleza en beneficio de la humanidad contenida en el programa de Bacon
es, según la controvertida tesis de C. Merchant, la principal causa del
deterioro medioambiental actual. En sus palabras:
El programa baconiano, tan importante
para el nacimiento de la ciencia occidental, contiene un conjunto de actitudes
hacia la naturaleza y el científico que ha reforzado las tendencias hacia el
crecimiento y el progreso inherente al capitalismo incipiente. (C. Merchant, 1990, p.185)
La metáfora baconiana central, la
ciencia como poder, y poder asociado al hombre, al científico que interviene en
la naturaleza inerte, proporcionó la ‘imagen que permea la retórica de la
ciencia moderna’ (E. Fox Keller, 1989, p. 56) Un diagnóstico compartido también
por Adorno y Horkheimer y la Escuela de Frankfurt.
Las metáforas de Temporis Partus Masculus.
Las metáforas de Temporis Partus Masculus.
Esta interpretación sobre la
naturaleza de las metáforas baconianas fue contestada por algunos estudios como
el de la historiadora Sarah Hutton en “The Riddle of the Sphinx: Francis Bacon
and the Emblems of Science”, para quien
las radicales consecuencias de la interpretación genérica de corte
psicoanalítico presente en el título del texto Temporis Partus Masculus, y
en algunas líneas de éste, adolece de un análisis contextual de la obra de
Bacon y de su profuso uso de otras figuras retóricas como las fábulas,
alegorías y la mitografía. Una comprensión cabal del papel que cumple esta
retórica así como un análisis más preciso de los universos de significado de
estas figuras en el final del Renacimiento y comienzos de la era moderna, nos
revelarán, a juicio de S. Hutton, que la interpretación de autoras como E. Fox
Keller o la filósofa Genevieve Lloyd, nos enseña más acerca de los intereses y
preocupaciones de los lectores modernos que sobre Bacon. Por no hablar de la
clara injusticia, a su juicio, de esta interpretación de los objetivos y sueños
de un Bacon convencido de que la superación de las miserias y necesidades
humanas sólo podría lograrse a través de un conocimiento exhaustivo de las
causas y las leyes naturales.
Sarah Hutton sugiere resituar este
texto, objeto de atención de los análisis genéricos, en el contexto más amplio de
la obra de Bacon y en particular, el uso de estas metáforas en el contexto más
general del uso figurativo del lenguaje en toda su obra. Bacon sugiere que todas estas figuras, en particular el
uso de las fábulas y los mitos, que usa profusamente en obras como De
Sapientia Veterum (La sabiduría de los antiguos) (1609), son importantes medios
para expresar algunas cuestiones conceptualmente difíciles y sirven para
‘demostrar e ilustrar’ la idea que quiere transmitir. Por ello, las imágenes
alegóricas construidas por Bacon no admiten una lectura única, una
interpretación directa de que ‘ciencia’, ‘dominación’ y ‘masculinidad’ se
oponen a ‘naturaleza’ y ‘feminidad’ no es tan evidente. Ni siquiera las
metáforas que usa son predominantemente masculinas, en este texto y en otros
una de las metáforas que usa nos introduce en el universo tradicionalmente
femenino del hilado y la costura.
Metáfora que asocia una actividad tradicionalmente femenina con la construcción
del conocimiento.
Respecto a la idea del ‘poder sobre
la naturaleza’ que es ampliamente usada por Bacon y en la que inciden los
estudios de género y que, defienden, inaugura la ciencia moderna, ha de ser
analizada también cuidadosamente según Sarah Hutton. El término latino que
Bacon usa es el de imperium (en relación con el emblema del rey español
Carlos V y el traspaso de las columnas de Hércules por el barco del conocimiento hacia el nuevo mundo de la ciencia). El imperium
de los seres humanos (tal como reza en latín) y no del hombre
según la traducción de Farrington, sobre la naturaleza es una expresión que
refiere al conocimiento de ésta sin ninguna duda, un conocimiento que además,
da frutos, la posibilidad de la mejora de las condiciones de vida de los seres
humanos.
Bacon concibe que el principal
obstáculo para el avance del conocimiento es la veneración a la antigüedad que
sigue trasmitiéndose en las ya centenarias paredes de las instituciones del
saber. En Temporis Partus Masculus, texto no publicado por Bacon
redactado en 1603, somete a juicio a todos y cada uno de los filósofos y les
acusa de haber encerrado a la filosofía en el reino de la palabra, de haberla
confundido con teología y, lo que es peor, de haber olvidado que el
conocimiento ha de estar firmemente anclado al mundo de la experiencia.
Los análisis de género han incidido
más que en ninguna otra metáfora en la expresada en el propio título del texto y
que podríamos traducir como ‘El producto del Tiempo’, lo que reflejaría más
nítidamente la idea expresada por Bacon a juicio de Sutton. Un análisis más
cuidadoso revela que en él hay contenidas dos ideas distintas, por un lado la
idea de que el Tiempo tiene hijos, y por otra que ese nacimiento sea masculino.
Ambas han de ser interpretadas. En la mitología renacentista, el tiempo es
representado con sus hijos, y la hija del tiempo es la Verdad (representada
como una mujer desnuda rescatada del error). Esta idea encaja perfectamente con
el contenido del texto, Bacon transmite a un joven discípulo al que llama
‘hijo’, la forma en que su mente puede evitar el error y acceder así a la luz
de la naturaleza, al conocimiento de la verdad.
La idea del alumbramiento masculino y
el énfasis en el ‘parto’, puede ser interpretada al compararla con el uso que
hace en otros textos del mito del nacimiento de Palas Atenea o Minerva en la
tradición latina. Recordemos que en una de las versiones Júpiter devora a su
esposa embarazada Mentis y nace Palas Atenea de su cabeza. A pesar de la
posible lectura de la misoginia presente en el mito, el énfasis aquí puede
ponerse en la idea del surgimiento de la mente de Bacon de un novedoso proyecto
de reforma del conocimiento. Palas Atenea o Minerva representan la sabiduría, la
habilidad intelectual, en la iconografía y mitografía renacentistas,
En el mito de la Esfinge, usado
también por Bacon en otros célebres escritos, ambas ideas se relacionan, de
suerte que la nueva ciencia permite el imperium de los humanos sobre la
naturaleza por medio del conocimiento y la acción. La Esfinge, si bien de
apariencia monstruosa a los ojos de los ignorantes, constituye la imagen
perfecta de la ciencia en su unión con la faceta práctica. Y la asociación de Minerva
y la Esfinge ilustran el nuevo tipo de conocimiento que Bacon demanda e
imagina. La Verdad, la hija del padre Tiempo, es alcanzada mediante la correcta
dirección de la mente y la atención prestada a la propia naturaleza, lo cual
permitirá toda suerte de mejoras y progresos para los seres humanos, logros
alcanzados no por causalidad, por el ingenio de un ser individual que por azar
haya encontrado alguna luz de la naturaleza, sino mediante la adecuada
dirección de la mente y la adecuada
transmisión de la antorcha de la ciencia.
Esta es una interpretación del texto
que ha de ser también tenida en cuenta cuando abordamos de forma crítica el
estudio, con perspectiva de género, de los textos de Bacon. Textos en los que no es difícil encontrar elementos que
tienen un gran parecido de familia con el ideal de ciencia dibujado en gran
parte de los textos de la crítica feminista de la ciencia, sobre todo la de
orientación empirista. Esto es, la defensa de una ciencia pluralista, cercana
al mundo de la experiencia, el repudio de los sistemas de pensamiento
monolíticos, el énfasis en los beneficios prácticos de la ciencia, y, aún más,
la defensa de la ciencia como empresa colectiva y el carácter provisional y
limitación de todo conocimiento científico, son valores defendidos por Bacon y
que están presentes en propuestas epistemológicas modernas.
Referencias:
Sandra Harding, (1993), Ciencia y feminismo, Morata, Madrid, 1996.
Carolyn Merchant, (1980), The Death of Nature. Women, Ecology and the Scientific Revolution. Harper & Row, 1990.
Evelyn Fox Keller, Reflexiones sobre género y ciencia., Edicions Alfons el Magnánim, Valencia 1989.
Sarah Hutton, «The Riddle of the Sphinx: Francis Bacon and the Emblems of Science», en L. Hunter & S. Hutton (eds.), Women, Science and Medicine, 1500-1700. United Kingdom, Sutton Publishing, 1997, pp. 7-28.
Gracias, Inmaculada. Me ha gustado mucho esta entrada. Trabajé a estas autoras hace años... y ahora las estoy retomando para una mesa sobre Ciencia y Arte, en una exposición, aquí en Zaragoza. Abrazos, Carmen Magallón
ResponderEliminarJusto estoy releyendo los ensayos de Bacon y el XXIV. De las innovaciones, retoma estas ideas de “los partos masculinos”, la metáfora parece haber tenido una trascendencia insospechada, porque hasta Cyrano de Bergerac habla de cuerpos masculinos “preñados de miles de definiciones”, como a punto de dar a luz cierto conocimiento o descubrimiento.
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