26 enero 2014

Ciencia y Naturaleza. Público femenino y metáforas en el comienzo de la Ciencia moderna.

La reconstrucción racional del desarrollo de la ciencia promulgada por muchos historiadores de la ciencia ha dejado de lado toda una serie de características y procesos que, sin embargo, iluminan en gran medida los factores implicados en el éxito de aquellos esquemas sobre el mundo aceptados como descripciones adecuadas. Sin aceptar que la ciencia sea un mero conjunto de creencias a la que atribuimos una especial autoridad, o un tipo de representación que se acepta o rechaza en base a intereses sociales, es cierto que la popularización de estos esquemas y las estrategias y discursos de persuasión contribuyen en gran medida a su aceptación como verdaderos.

Así, importantes medios y técnicas de persuasión fueron puestas en práctica para promover la aceptación del sistema newtoniano, y la novedad fue la utilización de un nuevo público: las mujeres. Una audiencia ya muy interesada en los resultados de la nueva ciencia desarrollada por Copérnico, Kepler, Galileo…y a la que ahora hay que convencer de la superioridad del esquema newtoniano respecto a sus rivales: los sistemas de Descartes y Leibniz. Poemas, alegatos ideológicos y obras divulgativas dirigidas a las damas proliferan a comienzos del S. SVIII y se compara el Sol cartesiano, que gobierna a través del miedo, por necesidad geométrica, como un monarca absoluto, y el Sol newtoniano que gobierna por amor, por atracción, como un monarca constitucional. (Marta Fehér, 1995, 122)

Aunque, en realidad, el primer texto de estas características fue Entretiens sur la pluralité des mondes (1686). Escrita por Fontenelle y redactada en forma de diálogo, va mostrando con hábiles argumentos a una dama inteligente pero sin formación previa en ciencias, la verdad cartesiana.







Años más tarde, F. Algarotti redacta en Cirey, con la ayuda de Madame du Chatêlet, Il newtonianismo per le dame (1736). El libro es intencionadamente polémico ya que parte del supuesto de que Fontenelle ha tenido éxito en sus lecciones sobre el cartesianismo y tratará ahora de convertir a la dama, ya iniciada, al newtonianismo, demostrando la superioridad de este sistema del mundo. Mediante unos elegantes diálogos trató de que el sistema newtoniano se convirtiera en moda entre las damas, contrarrestando los argumentos cartesianos e induciendo a l@s lectores a que rechazasen los fantasmas y fantasías cartesianas a favor de la luz y la claridad del sistema newtoniano.





La popularización de la nueva ciencia, llevada a lo más alto por Newton, transmite la imagen de que el poder de la nueva ciencia, además de haber encontrado en la física matemática la metodología para acceder al conocimiento, radica en que es perfectamente accesible a cualquier individuo racional, sea hombre o mujer (aunque la participación de las mujeres en la ciencia no debía ser más que como meras aficionadas, claro). Y ésta, definitivamente, será el arma en contra de los esquemas herméticos y vitalistas interpretativos de la naturaleza, unos esquemas a los que sólo tenían acceso los iniciados, por más que la polémica acerca de la constitución de la materia y la naturaleza de la fuerza seguirá siendo un asunto no resuelto.

El alquimista

Las otras armas de la nueva ciencia fueron puestas en evidencia por las historiadoras de la ciencia con perspectiva de género y, entre ellas, se perfila la tesis de que las filosofías herméticas, vitalistas o alquímicas de la naturaleza en el siglo XVII (en el contexto anglosajón principalmente) están asociadas con compromisos “revolucionarios” tales como la defensa de la igualdad de todos los seres humanos, sin diferencias por razón de clase o sexo, la defensa de la propiedad comunal, una mayor democratización de las instituciones públicas y judiciales, y en contra del excesivo poder eclesial. Fue ésta una revolución fallida, pero que hunde sus raíces en los escritos de filosofía natural vitalista cuyo principal principio es  el de la posibilidad del auto-movimiento. Tal asociación entre esta tradición, y todos los elementos hilozoístas en general, y la ideología revolucionaria, hace que toda una serie de pensadores, en principio afines a los presupuestos de la filosofía natural vitalista y alquímica se desmarquen claramente de ella hacia la filosofía atomística.



Hacia finales de la década de los cuarenta y principios de la de los cincuenta del siglo XVII, hombres como Boyle, Wilkins, Walis, Wren, entre otros, repudiaron la tradición mágica natural y se adhirieron al atomismo, a la teoría corpuscular que Descartes y Gassendi formularon a través de la recuperación de Epicuro y Demócrito. Boyle y sus compatriotas compartieron la convicción de que el orden natural, por un lado, y el orden social y moral, por otro, se reflejan mutuamente, y por ello quisieron distinguir sus visiones lo más claramente posible de las de aquellos a los que se oponían por razón de clase (Elizabeth Potter, 1989, 135)



La adopción del principio de que la materia es inerte (y por tanto carente del principio del auto-movimiento o con poder de iniciar éste) tenía implicaciones para las relaciones de clase, pero también para las de género. El S. XVII verá cómo se desarrolla el ideal de la mujer burguesa: casada, en casa, sin voz e inferior. El propio Boyle en distintos escritos y ensayos sobre las mujeres recomienda a éstas que amamanten a sus hijos, en vez de contratar a matronas, ya que era más propio de las mujeres que ocupan el espacio doméstico creado para ellas por la ideología burguesa liberal. Hooke hace la conexión de manera explícita: materia y movimiento son la parte o principio femenino y masculino respectivamente. El cuerpo es el principio femenino o materno, por ello recibe el nombre de materia o mater, sin vida o movimiento por sí misma pero impregnada por el principio del movimiento que representa el pater.

Esta metáfora había adquirido su máxima significación en la obra de Francis Bacon, el gran ideólogo de la nueva filosofía experimental y para quien El nacimiento masculino del tiempo, era el nacimiento de una ciencia y una tecnología que tenían el poder de transformar la relación del hombre con la naturaleza. Su metáfora central es la de la ciencia como poder, y el hombre, el sujeto capaz de “penetrar y conquistar a la pasiva naturaleza”, arrancándole sus secretos. Tal idea de dominación del científico-activo-masculino sobre la naturaleza-pasiva-femenina es, finalmente, la idea triunfadora asociada a la nueva ciencia y la nueva ideología burguesa.
Temporis partus masculus. Nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus

Es el punto de partida también, según la conocida tesis de Carolyn Merchant en su obra The Death of Nature: Women, Ecology and the Scientific Revolution, de la explotación continuada de la naturaleza que ha llevado directamente a los actuales problemas ecológicos y medio-ambientales. La muerte de la naturaleza se produce como consecuencia del triunfo definitivo de las tesis mecanicistas sobre las vitalistas y alquímicas para quienes la metáfora fundamental era la del matrimonio, la de la unión de los opuestos en un todo armónico. La metáfora de la naturaleza como una mujer subyugada da vía libre a su conquista, tampoco es ya una madre nutricia o un organismo vivo, sino una res extensa inerte objeto de estudio de la física. C. Merchant evalúa el trabajo de algunas filósofas de la naturaleza como Lady Anne Conway, como uno de los últimos intentos en la segunda mitad del S. XVII por rescatar al menos una parte del modo orgánico de pensamiento; su esfuerzo por lograr una fusión de los modos orgánico y mecánico de pensamiento es una línea que se ha de rescatar, a su juicio, como la única vía posible de hacer ciencia, superar la catástrofe medioambiental y garantizar la supervivencia.

No son pocas las teóricas que apostaron por la necesidad de desarrollar un “estilo femenino”, para promover una ciencia alternativa. Así lo preguntaba Evelynn M. Hammonds en un interesante artículo: "¿Existe una ciencia feminista?". Y, es lugar común señalar la obra de E. Fox Keller sobre Barbara McClintock, Seducida por la vida, como un claro ejemplo de puesta en práctica de metodologías alternativas y sobre todo, de una relación diferente entre el sujeto y objeto de estudio.  Otras teóricas como Helen Longino apostaban por una concepción de la práctica de la ciencia donde la incorporación de las mujeres y otras minorías, facilitaría la puesta en juego de perspectivas diferentes en el proceso de construcción de la ciencia. Las interacciones críticas discursivas, en sintonía con Feyerabend, facilitaría una constante puesta a prueba de las visiones dominantes y permitiría filtrar los sesgos.  El debate sigue vigente.

Referencias:
Marta Fehér, Changing Tools. Case Studies in the History of Scientific Methodology. Budapest, Akadémiai Kiadó, 1995
Elizabeth Potter, "Modeling the Gender Politics in Science" en Feminism&Science, N. Tuana ed. Indiana U.P., 1989
Carolyn Merchant, The Death of Nature. Women, Ecology, and the Scientific Revolution. Harper Collins, 1980.
Evelyn Fox KellerSeducida por lo vivo. Vida y obra de Barbara McClintock. Ed. Fontalba, 1984.

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