29 agosto 2013

Mary Fairfax Somerville: lo científico sublime


Cuenta una anécdota que, casada con su segundo marido y participando en una reunión con Laplace y otros científicos, alguien afirmó que apenas una docena de matemáticos eran capaces de leer la compleja obra de Laplace y desde luego sólo dos mujeres y ambas escocesas: la señora Craig y ella, la señora Somerville. Ambas eran la misma persona. Tras los apellidos de los maridos, a veces cambiantes, la autoría de destacadas mujeres de ciencia se diluye en una Historia de la Ciencia que no les ha prestado atención. Mary Somerville (1780-1872) es sin duda una de las grandes olvidadas.

Mary Somerville , llamada “la reina de la ciencia en el siglo XIX” en el obituario publicado por The Morning Post, el 2 de Diciembre de 1872, es conocida por ser la traductora de Mécanique Céleste de P. S. Laplace con el título The Mechanism of the Heavens (1831). En esta obra incluyó una Disertación Preliminar que contribuyó a la introducción de las matemáticas continentales entre los lectores ingleses ya que incluía las herramientas conceptuales necesarias para la comprensión del texto, así como una historia de los avances en astronomía y una contextualización, elucidación, e interpretación del trabajo de Laplace. Esta ‘traducción al lenguaje común’ hizo que el libro y la Disertación se convirtieran en los textos centrales en los cursos de matemáticas en Cambridge y que formaran parte del proyecto de creación de la Library of Useful Knowledge impulsada por Lord Brougham, si bien finalmente hubo de encontrarse otro editor ante la magnitud de la obra.



Mary incorpora en su trabajo un esquema interpretativo que ‘suaviza’ el esquema mecanicista y determinista de Laplace y presenta un universo vivo, lleno de luz y color. Esta obra la sitúa en la élite de la ciencia. En tal sentido, forma parte del círculo de la bióloga y química Jane Marcet, John Herschel, Charles Babbage y Ada Lovelace, de quien es instructora y amiga, Faraday o George Peacock, entre otros. Con este primer trabajo de 1831 obtiene una merecida reputación científica. Mary había presentado en 1826 en la Royal Society el estudio basado en experimentos realizados en su jardín «The Magnetic Properties of the  Violet Rays of the Solar Spectrum», publicado en Philosophical Transactions.  En 1834, publica On the Connexion of the Physical Sciences, un amplio tratado sobre la interdependencia de los fenómenos físicos y las conexiones entre las ciencias físicas. La obra trata sobre astronomía física, mecánica, magnetismo, electricidad, sobre la naturaleza del calor, el sonido y la óptica además de la meteorología y climatología. La comprensión de los cielos se unía así al deseo subsiguiente de comprender los fenómenos terrestres, pues estaba convencida, y este convencimiento es una constante en el conjunto de su obra, de la profunda unidad natural que subyace en todo el universo. Faraday revisó varias ediciones de la obra, que llegaron a diez, además de las traducciones al francés, alemán e italiano, y de la que se venden más de 15.000 ejemplares. 



A través de sus reediciones en los cuarenta años siguientes se advierte la evolución de la ciencia en estos temas ya que la obra era escrupulosamente puesta al día. Un dato importante a considerar es que en la reseña de esta obra que realiza W. Whewell, Master del Trinity College de Cambridge, aparece el  primer uso público del término ‘científico’: W. Whewell, «On the connexion of the physical sciences. By Mrs. Somerville», Quarterly Review, 51, 1834, pp. 54-68. Whewell había propuesto el término en 1833 en una reunión de la British Association for the Advancement of Science. En la reseña establece dicho término como análogo a “artista” o “economista”, y lo define de modo general como “un nombre con el cual podemos designar a los que estudian el conocimiento del mundo material colectivamente..., un término general con el que los miembros (de BAAS) pueden describirse a sí mismos con referencia a sus metas”. Estamos en un momento en el que la profesionalización, especialización e institucionalización de la ciencia aún no se habían producido.

En 1848, ve la luz Physical Geography. La obra estaba lista para la imprenta cuando se publica el primer tomo del Kosmos de Humboldt, lo que estuvo a punto de hacer que Mary desistiera de su publicación y que destruyera la obra quemándola. Pero la envía a J. Herschel, quien recomienda su inmediata publicación. Se convierte también en el texto de referencia en las universidades inglesas durante los siguientes cincuenta años. La obra incluía una descripción de la estructura global de la tierra y otras características de la misma comenzando con las fuerzas que dieron lugar a los continentes. Estudia también los elementos más dinámicos del paisaje natural: las mareas, los ríos y los lagos, y las fuerzas que actúan en ellos, incluyendo las que gobiernan la temperatura, la luz y el color, la electricidad, las tormentas, la aurora y el magnetismo. Incluye una descripción del mundo vegetal de acuerdo con su distribución geográfica; la descripción de los insectos, los peces y los reptiles de acuerdo con esa misma distribución y la descripción de los pájaros y de los mamíferos por continentes. Finalmente, muestra la distribución y condición de la raza humana: hace repaso a las teorías sobre sus orígenes, las costumbres, el  lenguaje y las cotas de progreso alcanzadas por la humanidad. 

 










Una anciana pero lúcida Mary Somerville publica dos textos más,  Molecular and Microscopic Science, en 1869, en los que incluye los más recientes descubrimientos en química y física y, finalmente, su propia correspondencia, recogida en Personal Recollections: Cartas y notas seleccionadas por su hija, Martha Somerville y publicadas en 1873 como Personal Recollections, from Early Life to Old Age, of Mary Somerville, John Murray, Londres. Existe una edición actual de Dorothy McMillan, Queen Of Science. Personal Recollections of Mary Somerville. Cannongate, Edinburgh, 2001.



Junto a su labor científica hemos de destacar su continuo compromiso con la educación y la conquista de derechos de las mujeres. Como afirmó J. Stuart Mill, ella encabezó la lista de firmantes del manifiesto por el sufragio para las mujeres, también formó parte del movimiento anti-vivisección y se trasladó a vivir a Italia en la década de los cuarenta criticando ‘el prejuicio irracional que prevalece en Gran Bretaña en contra de la educación literaria y científica para las mujeres’. Paradójicamente creía que, a pesar de todo, a las mujeres les faltaba el ‘genio’ científico. Esta afirmación la hace en la octava edición de Connexion of Physical Sciences, al introducir la novedad del descubrimiento de Neptuno (1846) tras la computación de la órbita de Urano. La idea, había afirmado Adams, surgió tras la lectura de una edición anterior de la obra de Mary. Efectivamente, en la sexta edición publicada en 1842, puede leerse:

«Those of Uranus, however, are already defective, probably because the discovery of that planet in 1781 is too recent to admit of much precision in the determination of its motions, or that possibly it may be subject to disturbances from some unseen planet revolving about the sun beyond the present boundaries of our system. If, after a lapse of years, the tables formed from a combination of numerous observations should be still inadequate to represents the motions of Uranus, the discrepances may reveal the existence, nay, even the mass and orbit, of a body placed for ever beyond the sphere of vision».

Aún así, este aspecto del descubrimiento del planeta ha sido ampliamente ignorado por la historia de la ciencia.

La Royal Society situó su busto en el Great Hall. Fue miembro honorario de las más destacadas Sociedades Científicas y recibió una pensión del gobierno. Jane Marcet le escribió:
«You receive great honours, my dear friend, but that which you bestow on our sex is still greater, for with talents and acquirements of masculine magnitude you unite the most sensitive and retiring modesty of the female sex». Personal Recollections, (2001, 168)



Mary Somerville es, probablemente, una de las grandes olvidadas por la historia de la ciencia. Los primeros trabajos historiográficos de Mary Somerville como científica, más allá de las pequeñas reseñas incluidas en las historias de las mujeres matemáticas son los de E. C. Patterson: «Mary Somerville», BJHS , Vol. IV, nº16, 1969, pp. 311-339; «The case of Mary Somerville: An aspect of nineteenth century science», Proc. Amer. Philos. Soc., 118, 1974, pp. 269-275. y Mary Somerville and the Cultivation of Science 1815-1848. The Hage, Nijhoff. Kluwer, 1983. A lo sumo, ha sido incluida en los listados de mujeres matemáticas famosas y sus reseñas biográficas son tan cortas como superficiales y parciales. Otros relatos ‘no críticos’ y deudores aún de la concepción de la historia de la ciencia como un simple panteón de descubridores la han retratado como una popularizadora o figura de menor interés.

Pero Mary Somerville fue una eminente científica, su nivel de conocimiento de la ciencia fue muy alto, su participación en la comunidad científica de su época fue muy amplia, sus contribuciones al avance de la ciencia fueron fundamentales, el reconocimiento que recibió por parte de sus coetáneos y del gobierno en forma de pensión reflejan también su importancia como científica, y los criterios de cientificidad que se aplicaron a su trabajo fueron los mismos que se aplicaban a los trabajos de sus ‘colegas científicos’. Formó parte de las mejores Sociedades Científicas de Europa y América, y vendió miles de ejemplares de sus obras.

Otros elementos pueden sumarse a la lista propuesta para ofrecer una imagen contextualizada e integrada de la significación de Mary Somerville, pero probablemente la mejor forma de mostrar tal reconocimiento sea ofrecer la voz a sus coetáneos. Como mencionamos anteriormente, W. Whewell redacta en 1834  la reseña de On the Connexion of the Physical Sciences para The Quarterly Review, forum de los debates científicos más avanzados de la época. En ella dedica gran número de reflexiones al problema de reconciliar las cualidades de la mente de Somerville con los prejuicios convencionales acerca de la inferioridad mental de las mujeres. Como sus contemporáneos, creyó que había un ‘sexo en las mentes’. Pero tampoco estaba satisfecho con la idea de considerar a Mary como ‘una excepción a la regla de las limitaciones femeninas en lo referente a la empresa intelectual’. Por lo tanto, crea una nueva categoría para incluirla: la élite de las matemáticas eminentes, entre las que cita a Hypatia, Maria Gaetana Agnesi y Mary Somerville, cuya cualidad mental es la de una ‘iluminación peculiar’ que hace que tengan el mérito de ser profundas y la gran excelencia de lograr la claridad. Uno de los aspectos más notables que Whewell presenta es que esta iluminación, como sugiere Neeley en Mary Somerville. Science, Illumination and the Female Mind. Cambridge University Press, 2001, no es una versión inferior o diferente del intelecto masculino, sino que es en algunos aspectos superior a la mente filosófica masculina. La admiración que Whewell refleja en estas páginas por las mujeres filósofas capaces de alcanzar tal claridad es expresada poéticamente estableciendo la diferencia entre unos y otras. A diferencia de los hombres, afirma, perdidos en las nubes de las palabras, la mente femenina es capaz de elevarse sobre los conflictos que dejan perplejos a los hombres, y su tendencia  a la complejidad; y el conflicto se contrapone a la característica que observa en el trabajo de Mary Somerville: la brillantez de su claridad, la lucidez con que advierte la interconexión entre todas las fuerzas de la naturaleza.

Es tremendamente instructivo leer estas páginas de Whewell en el análisis propuesto por Neeley. Nos permite repensar y revisar las asunciones sobre las mujeres, el género y la ciencia, así como repensar las relaciones entre la eminencia lograda por Mary Somerville y las categorías y conceptualizaciones tradicionales sobre las mujeres y la ciencia. Más instructivo aún es leer la selección de cartas publicadas en Personal Recollections. Mary es considerada como un miembro del grupo de W. Wallace en Edimburgo, y comparte el interés por el desarrollo y mejora de la instrucción matemática en Inglaterra. Este tema  preocupa también a los ‘hombres de Cambrigde’: Playfair, De Morgan, Ivory, Wallace, Paecock, Whewell, Babbage, y, por supuesto, Herschel. De hecho es invitada al Trinity College, donde recibe honores de eminencia científica tras la publicación de su obra sobre Laplace.

La relación más estrecha la mantiene con J. Herschel, quien se convierte en su amigo, revisor, crítico y colega. Junto a Faraday, son los amigos y contactos más importantes en el contexto de la red de colaboradores de la que forma parte. Es importante señalar que en la reseña que Herschel hace de Mechanism afirma que su trabajo será un fuerte estímulo para el estudio de la ciencia abstracta. El reconocimiento que logró por parte de sus coetáneos es razón más que suficiente para reclamar un análisis más profundo del personaje a través de la inmersión en el escenario, los valores y los debates de la época haciendo surgir así las características de la ciencia del momento en que vive.

La historia de las mujeres de ciencia permanece aún como un campo disciplinar aislado y debe ser un objetivo inmediato crear narrativas históricas integradas y más satisfactorias de la participación de las mujeres en la ciencia. Un enfoque integrador que subraye el entramado de sus relaciones, cómo fue percibida por sus contemporáneos y el reconocimiento y autoridad que le otorgaron. Lejos de los estereotipos relacionados con las mujeres interesadas en ciencia, quienes han sido valoradas como  amateurs, divulgadoras o popularizadoras, Mary Somerville puede ser considerada según los criterios de cientificidad de la época una científica, que escribe y dirige sus libros a lectores expertos, sus iguales y colaboradores. Además, puede ser considerada como una de las intelectuales más importantes de la época, como otros miembros de clase media que buscan o abogan por un cambio en la sociedad y aseguran su posición a través de la promoción de la ciencia y otras reformas (por ejemplo, el sufragio universal). Mary juega un papel instrumental en desarrollar y diseminar una visión de la ciencia que ayudó a promocionar la unidad cultural que situó a aquélla en el contexto de la agenda liberal y social.
               
Lo científico sublime: retórica y naturaleza viva.

                Como ha estudiado Margarita Santana, tradicionalmente se han rechazado u omitido las dimensiones retóricas de la ciencia: el discurso científico está absolutamente separado de otras formas de discurso, y más en concreto, de lo que son las formas literarias del discurso. Ciencia y literatura se han presentado como antagónicas: existe entre ellas un hiato insalvable. En la escritura de Somerville, sin embargo, conviven y coexisten conjuntamente la poesía y la ciencia, la imaginación y las matemáticas, la religión y la ciencia, el mundo del telescopio y el del microscopio, lo cósmico y lo cotidiano. M. Somerville combina amplitud de visión y profundidad de comprensión con claridad de percepción, y todo ello sin sacrificar la complejidad para lograr la claridad; así, une la complejidad de la ciencia y de la matemática con una certeza que le permite pasar la antorcha del conocimiento a otros. Estas cualidades suyas combinan el poder perceptivo de la ciencia con la poesía para ir más allá de la experiencia ordinaria y presentar una visión del mundo que está delineada de modo preciso, es fácil de comprender, y agradable de contemplar. La grandeza en la literatura y en la ciencia se asocia con la visión sublime revelada a través de esa mente que ve más y más claramente que otras, que comprende lo enorme y lo diminuto y lo sintetiza todo en una visión coherente y unificada. La escritura de Somerville evoca lo científico sublime, la capacidad de ver la naturaleza revelada a través de la ciencia para evocar el mismo sentido de majestad y poder que los seres humanos sienten en presencia de Dios. La ciencia es “cálculo exacto” y “meditación elevada”, todas las cualidades de la mente divina, que están duplicadas en la mente humana:

«Science, regarded as the pursuit of truth, which can only be attained by patient and unprejudiced investigation, wherein nothing is too great to be attempted, nothing so minute as to be justly disregarded, must ever afford occupation of consummate interest and of elevate meditation. The contemplation of the worlds of creation elevates the mind to the admiration of whatever is great and noble, accomplishing the object of all study, which in the elegant language of Sir James Mackintosh is to inspire the love of truth, of wisdom, of beauty, specially of goodness, the highest beauty, and of that supreme and eternal mind, which contains all truth and wisdom, all beauty and goodness. By the love or delightful contemplation and pursuit of these transcendent aims for their own sake only, the mind of man is raised from low and perishable objects, and prepared for those high destinies which are appointed for all those who are capable of them» Preliminary Dissertation to Mechanism of the Heavens.

Mary adopta la tradición poética establecida por Milton y los poetas del siglo XVIII, y los poetas románticos de principios del XIX, y la transforma en prosa científica. En este proceso crea una retórica poderosa y persuasiva para la ciencia que se basa en nuevos modos de ver y responder al mundo natural. La ciencia es una actividad colectiva y también una empresa progresiva, progresista e iluminadora que es compatible con, y además apoyo de, tradiciones morales, estéticas y religiosas. La iluminación que proporciona puede ser transformada en iluminación para los seres humanos, y, del mismo modo que la poesía, puede concebirse como una forma elevada de percepción y expresión, con su carácter dinámico y polifacético. El placer estético, pues la ciencia es un encuentro con la bondad, la belleza, y también con lo útil, y el progreso de la ciencia aumentan la percepción de unidad, la contemplación del universo como un todo interconectado, con sus dramas, complejidades y vastedad, un universo vivo, vívido, cálido, y estéticamente satisfactorio entendido, con todo, científicamente. Somerville es capaz de mostrar los modos en que se relacionan la estética y los placeres intelectuales de la ciencia, combinando y fusionando el discurso analítico, cuantitativo, y la dimensión estética de la misma en un todo sin fisuras, con el contenido científico dominando y el elemento estético añadiéndole poder, significado y placer. Subraya así el papel que el drama, la visualización, la imaginación, y lo estético pueden jugar en los discursos científicos.


Su visión del mundo es claramente un modo de percepción holista y multifacético, dinámico, desplegado a través de patrones descriptivos y marcos interpretativos como la plataforma cósmica, el rastreo de laberintos, la naturaleza como un teatro épico, y el paisaje vívido. La complejidad y el aparente caos se captan y resuelven en un amplio patrón de simplicidad y orden. El cosmos es un sistema completo, armonioso y ordenado, la interdependencia y la interconexión son principios fundamentales de la naturaleza, pero también de la ciencia y de la experiencia humana. En la escritura científica de Somerville la naturaleza es activa, y ella la observa atentamente y la retrata dramáticamente. No es una observadora pasiva sino interactiva que entra en la naturaleza imaginativa y analíticamente, y obtiene una comprensión conceptual firme de la mayoría de los fenómenos que observa. La viveza de su retrato deriva en gran parte de su habilidad para conjugar los discursos de la ciencia, del drama, la poesía, la estética, la filosofía y la teología, y lo conjuga todo en una especie de tapiz tridimensional que retrata un mundo activo tal como es visto científicamente. Aproximándose a la ciencia desde perspectivas diferentes proporciona una visión de la misma que incluye sus métodos, temas, conclusiones principales y motivaciones, su significación práctica y filosófica, y sus satisfacciones estéticas e intelectuales.

Para Mary Somerville, la ciencia juega un papel esencial en el contexto de una visión progresista de la cultura, y puede servir como foco de una visión unificadora sólo si está relacionada claramente con otros aspectos de la misma, y si apoya otras metas materiales, sociales, morales, políticas, y religiosas. Crear y promover tal visión tenía un componente intelectual y retórico, requería conocimiento amplio y profundo y habilidades persuasivas, cualidades todas que ella poseía en alto grado.


Este texto es una selección actualizada de los aspectos tratados más ampliamente en: I. Perdomo y Margarita Santana, Mary Fairfax Somerville: lo científico sublime. Clepsydra, Revista de Estudios del Género y Teoría Feminista, pp. 25-36, 2004. ULL.

03 agosto 2013

Matemáticas, Creatividad y Romanticismo. Ada Byron Lovelace

 Ada Byron Lovelace  (1815-1852)

Leo en estos días de verano el Premio Málaga de Ensayo 2012, (H)adas, de Remedios Zafra, un delicioso libro sobre mujeres que crean, programan y teclean, y reflexiona la autora sobre el sonido del tiempo propio de las mujeres cuya labor no reconocida, por no producirse en los límites del espacio de la autoridad, del espacio de la labor profesional reservados a los hombres, exige el esfuerzo de la reconstrucción, del relato no ortodoxo, del desvelamiento de las claves de la ocultación. En los márgenes, en las fronteras entre el espacio público y privado, en las lindes de la creatividad y la imaginación alimentada por una educación científica cuidada en la época del Romanticismo se oculta o se desvela a medias tras las iniciales A.A.L. con las que firma, la genial contribución de Ada Byron, o Ada Lovelace. Y recupero mis notas de una conferencia pronunciada hace años sobre ella y otras mujeres matemáticas que me permitieron trazar una genealogía desde Theano, Hypatia, Sofia Kovalevska y tantas otras mujeres matemáticas que desafiaron la contundente afirmación de Kant:

“Se nos advierte que todo conocimiento abstracto, todo conocimiento árido, debe ser dejado a la mente laboriosa y sólida del hombre. Por ello es que las mujeres nunca aprenderán geometría”

Ada, Hija de Lord Byron y Annabella Milbanke a quien aquel llamaba ‘la princesa de los paralelogramos’, fue educada por su madre en las disciplinas científicas, fundamentalmente las matemáticas. La gran Mary Somerville “la reina de las ciencias del S.XIX”, fue su tutora durante una época. Con sólo diecisiete años conoce a Charles Babbage y el proyecto de su máquina de diferencias finitas, una máquina calculadora mecánica y el más ambicioso proyecto que llamó el Ingenio analítico, una máquina más sofisticada capaz de ejecutar ciertos programas, si bien su realización práctica encontró numerosos obstáculos. El Museo de la Ciencia de Londres construyó en 1991 la máquina de diferencias de C. Babbage probando que los fracasos en su construcción no se debieron a fallos en el diseño, sino a una deficiente realización práctica.

En 1841, Babbage imparte una conferencia en Turín sobre los proyectos de fabricación de su ingenio y un joven ingeniero italiano, Menabrea,  publica en francés un artículo sobre la máquina. La contribución de Ada al proyecto fue particular. Tras traducir el texto al inglés titulado “Sketch of the Analytical Engine” y mostrarlo a Babbage, éste consciente de que Ada tiene sus propias ideas sobre la computación la anima a incluir sus notas e ideas a la traducción. Las notas, que triplican el texto incluyen una variedad de programas para la máquina, uno de ellos servía para computar los números de Bernoulli y es considerado el primer programa de computación.


Entre sus notas Ada incluyó también sus predicciones para el futuro de una máquina pensante. Pensó que podría ser utilizada para componer música, para producir gráficos, y podría ser usada para fines científicos prácticos.

Supongamos, por ejemplo, que las relaciones fundamentales de los tonos en la ciencia de la armonía y la composición musical fueran susceptibles de tales expresiones y adaptaciones (a un lenguaje matemático de programación), el artefacto podría componer piezas detalladas y científicas de música de cualquier grado de complejidad o extensión. (Nota A)

Su imaginación y creatividad resulta sorprendente, pero también su sentido de la realidad y su visión de futuro. En la Nota G, escribe:

Es deseable guardarse de las ideas exageradas que pueden surgir acerca de los poderes del Ingenio analítico. (...) El Ingenio Analítico no tiene pretensiones de originar nada nuevo. Puede hacer lo que sepamos cómo ordenarle que haga. No tiene el poder de anticipar ninguna relación o verdad analítica nueva. Su función es asistirnos. (...) Pero es probable que ejerza una influencia indirecta y recíproca en la ciencia misma. En la medida en que se distribuye y combina las verdades y la fórmula del análisis, éstas están más fácil y rápidamente dispuestas para las combinaciones mecánicas del ingenio, y las relaciones y naturaleza de cualquier objeto de estudio en la ciencia son observadas desde otra perspectiva e investigadas de forma más profunda.

El problema central del Ingenio Analítico y clave para su éxito es precisamente cómo comunicar, cómo ordenar a la máquina realizar rutinas y subrutinas o en otras palabras cómo establecer un eslabón adecuado entre los procesos mentales abstractos matemáticos y las operaciones materiales. Se trataba de encontrar la forma de diseñar un mecanismo por el que un paquete de instrucciones obligara a la máquina a repetir una determinada secuencia de órdenes cada vez que se le requiriera desde el programa principal.

La observación de los telares de Jacquard que se popularizaron a partir de su invención en 1801 y que supusieron un hito en plena revolución industrial dió la clave a  Babbage y Ada. Los telares funcionaban con tarjetas perforadas que hacían que los hilos del telar compusieran el dibujo deseado.


Ada escribió en las notas a la traducción del artículo de Menabrea:

Resulta muy adecuado decir que el Ingenio analítico teje pautas algebraicas, al igual que el telar de Jacquard teje flores y hojas. (Nota A)


Ada muere de cáncer unos pocos años más tarde a la edad de 36 años. Su madre evitó que se dedicara a la poesía, tratando de minimizar la influencia de un padre al que prácticamente no conoció, pero Ada preguntaba a su madre: si no puedes darme poesía ¿puedes darme ciencia poética?. Así concibió su corta trayectoria.


Bowden, pionero en ordenadores, ‘redescubrió’ el artículo y las notas de Ada y lo mandó reimprimir junto a una biografía y retrato de la autora. Y a comienzos de los años 80 del pasado siglo el Ministerio de Defensa americano dio su nombre a un lenguaje de programación desarrollado por ellos.

Estos aspectos de la biografía y repercusión del trabajo de Ada pueden consultarse en uno de los estudios más completos sobre Ada: el de B. A. Toole, Ada, The Enchantress of Numbers. Strawberry Press, 1992. Y en los textos de S. Plant, Ceros + Unos. Barcelona, Destino, 1997. Otros en castellano: L. Figueiras et al., El Juego de Ada. Matemáticas en las Matemáticas. Granada, Proyecto Sur, 1998; X. Nomdedeu, Mujeres, manzanas y matemáticas. Entretejidas. Madrid, Nivola, 2000.