La
ciencia y las tecnologías han dado forma a nuestras sociedades globales,
también a nuestras vidas y nuestras relaciones, de forma creciente en las
últimas décadas. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que los valores, roles y
estereotipos en nuestras sociedades también contribuyen a dar forma a la manera
en que utilizamos, diseñamos y producimos tecnologías. Tenemos que abordar
esta influencia bidireccional desde la perspectiva de género ya que el uso de
“género” como una categoría analítica nos permite avistar los sesgos y las
claves de la construcción social de los sujetos de la ciencia y la tecnología.
No
es esta una tarea nueva. Ya han pasado décadas desde los iniciales trabajos en
ciencia y género que desarrollaron diferentes líneas y perspectivas y cuyas
autoras: S. Harding, Helen Longino, E. Fox Keller, Ruth Bleier, Londa
Schiebinger y, por supuesto, Donna
Haraway, entre otras muchas más, son ya ampliamente conocidas. Perspectivas que
transitaron desde el empirismo feminista, a las perspectivas neomaterialistas y
hasta las posiciones postmodernas y las ciberfeministas actuales que ponen el
acento en la necesidad de una apropiación crítica de las tecnologías, que
permita la participación de las mujeres y otras minorías en la generación de
nuevos discursos, nuevos significados y cultura.