Hace ya unos años,
cuando me acerqué por primera vez a la Historia de las mujeres de ciencias,
conocí la figura de Lady Anne Conway, una filósofa atípica del S. XVII que se
situaba en el centro de los debates sobre las hipótesis vitalista y
mecanicista, visiones de la naturaleza en pugna durante el proceso de
construcción de la ciencia moderna. Los neoplatónicos de Cambrigde, físicos, miembros
de la Royal Society, alquímicos, cabalistas y cuáqueros entran en escena a lo
largo de una vida dedicada al estudio y a la búsqueda de una explicación
racional y completa sobre el mundo. En 1690 se publica su obra de forma póstuma
con el título The principles of the Most
Ancient and Modern Philosophy, un tratado de Filosofía natural que ofrece una crítica articulada a la
cosmología mecanicista, y su concepto de mónada puede considerarse un
antecedente del conocido concepto leibniciano.
El vitalismo,
neoplatonismo y los escritos herméticos
con elementos provenientes de la cábala hebrea, configuraron un paradigma
alternativo, ni irracional ni antecedente del mecanicismo. Según algunas historiadoras,
como Marta Feher, puede considerarse como una completa filosofía natural que
mantuvo principios diferentes y líneas alternativas para ofrecer explicaciones de
la naturaleza, por más que la vía triunfante finalmente fuera otra. Y las
razones para ello, muy variadas.
En la primera mitad del
S.XVII Descartes elabora la filosofía mecanicista en clara oposición a la
metodología de la ya maltrecha concepción aristotélico-escolástica del mundo
pero también en contra de la visión
neoplatónica, mágica y alquímica cuyo elemento central es el de una naturaleza
viva no reductible a piezas inertes de materia. La filosofía mecanicista de
Descartes dibuja un cuadro del mundo consistente en partículas de materia que
lo llenan todo, no siendo posible la existencia del vacío, ni siquiera es
posible pensar en la existencia de un espacio inseparable de la materia. Este
universo es un plenum dotado de una
cantidad de movimiento determinada desde el primer momento de la creación. A
partir de ese momento de creación divina el Universo se organizó a través de
los continuos choques entre las partículas. El dualismo mente (res cogitans)-cuerpo (res extensa) es una de las piezas
centrales de su filosofía y que provoca el hiato absoluto entre el mundo de lo
vivo y el mundo material inerte, donde el movimiento es sólo producto del
choque entre las partículas objeto de estudio de la ciencia mecanicista.
Teoría de los vórtices de Descartes |
Estas ideas serán
objeto de estudio pormenorizado por el grupo de neoplatónicos del Christ’s College
de Cambridge: Cudworth y H. More y, a través de éste, por Lady Anne Conway. A
través de la correspondencia de ambos, que ha sido definida por algún
historiador como el primer curso universitario a distancia, ambos acabarán
rechazando la obra del francés al no dejar el mínimo espacio para una
investigación adecuada de los principios dinámicos y orgánicos que, a juicio de
Conway, son los principios constitutivos de la naturaleza. Las diferencias
entre Anne Conway y H. More son sin embargo importantes. Este aún criticando
muchos de los presupuestos de Descartes, mantiene el dualismo entre cuerpo y
espíritu y la búsqueda se centra en la posibilidad de diseñar un puente entre
ambas realidades. Lo característico de Anne es su defensa y elaboración de un
sistema filosófico en el que el monismo de carácter vitalista es la pieza
central para superar el dualismo y materialismo cartesiano.