Es cierto que no situamos
a Francis Bacon (1561-1626) en relación a ninguno de los grandes descubrimientos que
modificaron en profundidad el conocimiento de nuestro mundo al principio de la
época moderna. Sin embargo, hizo una decisiva contribución al nacimiento y
legitimación de la ciencia moderna. No sólo al defender la necesidad de la
reforma de la filosofía natural y el desarrollo de una nueva vía de
investigación de la naturaleza, sino también al dibujar ciertos temas que se
sitúan en el centro de los debates de la modernidad como son: la función de la
ciencia en la vida humana, las metas y valores que deben caracterizar el
conocimiento científico, la ética de la investigación científica y las formas
en que este tipo de conocimiento debe trasmitirse y presentarse a sí mismo en
comparación con otras formas de la vida cultural. En otras palabras, construyó
la imagen de la ciencia moderna. Dotó a la ciencia de un ethos y una
función social. Definió el objetivo de la investigación de la naturaleza: el
progreso y la mejora de las condiciones de vida humana, la superación de
miserias, enfermedades y necesidades. Además, mostró que una empresa de tal
envergadura debía ser una tarea colectiva. La investigación de la naturaleza
debía estar basada en la comunicación de las personas implicadas y
comprometidas en una misma empresa de progreso generación tras generación.
Anunció la emergencia de la ciencia como institución social apoyada por la
sociedad y definió el nuevo sujeto de la ciencia, un sujeto de un cariz
cultural muy diferente al filósofo académico, el sabio antiguo, o el mago
renacentista. Ese sujeto de la ciencia es también un sujeto masculino.