07 diciembre 2014

¿Cuál es el futuro de los Estudios Feministas sobre la Ciencia?


A punto de comenzar mi curso sobre Epistemologías Feministas en el Máster de Estudios de Género y Políticas de Igualdad de la ULL, adelanto a mis alumnas algunos de los problemas y lecturas imprescindibles hoy en nuestra reflexión sobre el estado actual de los estudios feministas de la ciencia y la tecnología.

En primer lugar, como señala Londa Schiebinger, es necesario debatir sobre las prioridades que dan sentido a las investigaciones y a las inversiones en investigación y preguntar ¿cómo se toman las decisiones acerca de lo que queremos conocer en el contexto de los recursos limitados? Es necesario también analizar los planes o medidas institucionales, sean “colegios invisibles” informales o rigurosamente formales universidades y sociedades científicas, y cómo estructuran el conocimiento que difunden. El análisis de las culturas de la ciencia refleja los procesos de regulación del comportamiento de sus practicantes fomentando estilos intelectuales que guían programas de investigación. La referencia a Helen Longino y al papel que el “background de asunciones”  juega en el marco de las comunidades científicas es central. Es importante también decodificar el lenguaje y la representación iconográfica de esas culturas científicas ya que éstas son las vías más efectivas para la trasmisión de estereotipos y de un universo conceptual en el que la mujer científica es considerada una extraña. Es necesario, finalmente, reconsiderar las definiciones de ciencia: hoy día no emplear el género como categoría de análisis en cursos y reflexiones sobre las diferentes disciplinas científicas puede ser considerado claramente irresponsable o anacrónico, en todo caso, incompleto o sesgado.


Pero no es suficiente con entender cómo se produce la ciencia, y proceder a la crítica, tal como afirma Londa Schiebinger necesitamos desarrollar vías más prácticas y constructivas de empleo de las herramientas del análisis de  género para crear lo que llamó hace años “ciencia sostenible” y cuya propuesta sigue teniendo una gran actualidad: la ciencia defendida desde los compromisos feministas es ante todo ciencia sostenible. La ciencia sostenible deja de prestar atención como ocurre con la epistemología clásica al interrogante ¿cómo conocemos? para dirigir su atención hacia la cuestión de las metas y resultados de la ciencia: lo que conocemos y lo que no y por qué. La cuestión básica ahora es: ciencia ¿para quienes?, ¿cómo influye en nuestro conocimiento el hecho de que haya excluidos de la ciencia, qué proyectos y metas son perseguidas y cuáles ignoradas?, ¿qué experiencias son consideradas válidas o adecuadas y cuáles no?


Son precisamente este tipo de decisiones las que configuran en gran medida la práctica de la ciencia y las que en último término definen cuáles son los problemas relevantes y el tipo de soluciones aceptables. Una vez que un problema ha sido definido, una es la solución más adecuada, pero el problema pudo haber sido definido de otra forma, e incluso otros problemas pudieron haber sido planteados como más relevantes. Es esta una clara conexión de las metas del feminismo con las metas de las sociedades democráticas: el bien común. El feminismo nunca viajó solo, la asociación de las luchas por la igualdad de las mujeres con las luchas solidarias de apoyo a grupos minoritarios excluidos de las sociedades, la defensa del ecologismo, el pacifismo, con las formas más actuales de luchas por la equiparación de los derechos humanos, y las críticas a la globalización o la defensa del desarrollo de una ciencia y tecnología responsables que evite el deterioro medioambiental, se da desde los comienzos del movimiento, definiendo al feminismo como un proyecto político.


Helen Longino ofrece un acabado análisis de esta cuestión y ya avanzó hace años en destacados trabajos los principales elementos de su modelo. En los capítulos centrales de The Fate of Knowledge desarrolla las ideas avanzadas en Science as social Knowledge, e incide particularmente en las prácticas críticas dialógicas, en la interacción entre los sujetos agentes de la ciencia como la vía adecuada para la construcción y legitimación o autorización del conocimiento. La observación y el razonamiento, elementos centrales conformadores del conocimiento son considerados prácticas sociales y dialógicas, esto es, son actividades que implican interacciones discursivas entre diferentes voces. Es en este punto donde su compromiso con el feminismo se hace evidente, ya que una de las condiciones para que este diálogo crítico se produzca junto al escenario que lo hace posible, los criterios de evaluación que deben ser públicos y que agrupan a los valores, y a los criterios de cientificidad compartidos, entre otros, y ciertas vías para la eficacia causal de tal crítica, incluye el criterio que denomina ‘igualdad moderada’ (tempered equality). 

La diversidad de perspectivas es necesaria para que el discurso crítico sea vigoroso y epistémicamente efectivo, por ello la exclusión histórica de las mujeres y las minorías raciales del mundo de la educación y profesión científica constituye, dice Helen Longino, no sólo una injusticia social sino un fallo cognitivo. De esta forma, la ausencia de estas voces devaluadas históricamente y ausentes de las prácticas de las comunidades científicas significa que las asunciones compartidas por los miembros de éstas han estado libres del escrutinio crítico. El consenso en el marco de las comunidades no debe ser el resultado del ejercicio del poder político o económico, o de la exclusión de las perspectivas disidentes, sino el producto de un diálogo crítico en el que todas las perspectivas relevantes estén representadas. Las voces diferentes, afirma en claro estilo feyerabendiano, no sólo deben ser toleradas sino que deben ser cultivadas.

Esta epistemología modesta como es denominada por Helen Longino, al estar pensada para seres humanos actuales y empíricos y para una ciencia real y presente, no para sujetos de ciencia ideales y futuros, desarrolla una visión del conocimiento socializada, no sociologizada, como ella nos advierte, que integra en vez de dicotomizar la racionalidad y la naturaleza social del conocimiento. Es una epistemología cuyas nociones normativas centrales son las de aceptabilidad epistémica y conformidad, término general que refiere al éxito epistemológico del contenido, e implican a las nociones de contextualidad, pluralidad, provisionalidad, parcialidad, y complejidad del conocimiento científico.

Es esta una imagen de la ciencia que subraya como básico el proceso dialógico en el que se implican diferentes voces, y a través del cual se genera y legitima, siempre provisionalmente, el conocimiento científico en las comunidades plurales.

¿Cuáles serían las metas que el feminismo defiende para la ciencia del futuro? Para defender la viabilidad de una ciencia más igualitaria y sostenible hemos de huir de los planteamientos epistemológicos tradicionales que se centran en las metas y resultados de la ciencia y abrir el camino hacia una ciencia sostenible o responsable que promuevan el cambio desde la práctica de la ciencia. Lo que significa defender:
1. El valor de la diversidad en perspectivas y experiencias de los/as científicas/os.
2. El valor de la diversidad de prácticas y teorías en la ciencia. Defensa del pluralismo teórico.
3. Asunción de la existencia de diferentes niveles y grados de objetividad en el sentido de Helen Longino y evaluación del papel de los valores y compromisos en el proceso de construcción de la ciencia y tecnologías.
4. El establecimiento de estructuras que apoyen investigaciones innovadoras inspiradas por el feminismo en el sentido definido. Un ejemplo del éxito en la aplicación de la perspectiva de género en la investigación: Gendered Innovations
5. Desarrollo de políticas de apoyo para mujeres científicas (y otros grupos minoritarios en ciencia) y transformación de las estructuras de la ciencia. Políticas comunitarias en Mujer y Ciencia.

Helen Longino ha expresado en sus obras claramente la idea de que son los compromisos políticos de la científica los que deben guiar sus particulares elecciones (en los procesos de observación y razonamiento, en la interpretación de datos, en el proceso de construcción de modelos) en la ciencia. Compromisos que deben hacerse explícitos en el contexto de las comunidades científicas en cuyo seno están representadas diferentes perspectivas, promoviendo así la búsqueda de consensos en líneas prioritarias de investigación, al tiempo que se defiende el pluralismo teórico. Es obvio que para lograr esto es necesario transformar las estructuras organizativas y la cultura de las instituciones en que se produce la ciencia.

Para transformar de forma efectiva la práctica y organización de la ciencia deben hacerse visibles las desigualdades y los “riesgo de desplazamiento” que lejos de desaparecer parecen dibujar nuevos espacios y mecanismos de desalojo de las mujeres de la práctica de la ciencia y la tecnología (techo de cristal, leaky pipeline, vanish box, o trapdoor problem). Por ello, la crítica feminista de la ciencia y el esfuerzo por visibilizar las diferentes caras de la discriminación sigue siendo muy necesaria. Así como la defensa de los valores y programas de acción que fomenten una ciencia más igualitaria y sostenible.



Referencias:

Londa Schiebinger, Gendered Innovations (web)
Londa Schiebinger, «Creating Sustainable Science», Osiris, 12, 1997, p. 212.
Helen Longino, Science as Social Knowledge, 1990,
Helen LonginoThe Fate of Knowledge, 2001.
Inmaculada Perdomo y Ana Puy (eds.) Género, Conocimiento e Investigación, 2012.

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