“Es innegable que Mileva podía entender sus artículos y que
incluso podía leerlos a la caza de errores”. Esta es la conclusión del autor del texto Einstein. El espacio es
una cuestión de tiempo, primer libro de la colección que publica El País
sobre los grades hitos de la ciencia, en relación al debate que se produce en
la Historia de la Ciencia de las últimas décadas sobre el papel de Mileva Maric
en los trabajos científicos que llevarían a Einstein a la gloria. ¿Sólo
leerlos?
La polémica sobre la posible coautoría se inició en el
Simposium sobre “el joven Einstein” organizado por la A.A.A.S. (Asociación
Americana para el Avance de la Ciencia) en 1990. Unos años antes, en 1987, se
abrían los archivos privados del científico después de la muerte de sus
albaceas y la correspondencia revelaba aspectos poco conocidos de la vida de
Einstein. Los detalles de la relación con Mileva Maric, su compañera de
estudios y primera esposa, la existencia de una hija nacida antes del
matrimonio de la que se pierde su pista unos años después y, sobre todo,
escrito de su puño y letra referencias a “nuestra teoría”. Los historiadores e
historiadoras se alinean entre quienes ven en Mileva una especie de musa
romántica, una inspiradora y estímulo constante a la creatividad del genio, el
papel que a lo largo de la historia se ha otorgado a las mujeres, amigas,
esposas o amantes de los grandes hombres que han contribuido a los avances de
la ciencia, y aquell@s que sostienen que los conocimientos matemáticos de
Mileva fueron indispensables para ofrecer forma y fundamento a la imaginación
teórica de Einstein. Es innegable que los años más creativos de su carrera
científica fueron aquellos en los que ambos estaban juntos.